Constantine

Constantine


Por eso odiaba sus ojos, azules gotas de agua cristalina dueñas de la más férrea determinación; brillantes espadas afiladas y entornadas hacia su blanco, siempre llenos de una rabia que le astillaba la mirada, repletos de un orgullo que como aristas retorcía sus entrañas. Por eso la sola consciencia de su presencia revolvía su mundo. Por eso jamás daba un paso hacia adelante cuando él estaba frente a ella. Porque no era tan fuerte.

"Tal vez no me has entendido".

Y su voz. Entonando con dulzura palabras en un idioma que resultaba hosco en otros, haciéndolas bailar en sus cuerdas vocales, resbalar sobre su lengua, arrastrarse entre sus labios, acariciando el exterior y tocándola con un susurro.

"Constantine".

Por eso escuchar su propio nombre desde aquel melodioso sonido hacía latir más deprisa su corazón, consciente de su cercanía, de su mirada, de su voz, del tacto de sus dedos cuando alzaron los suyos y con la delicadeza de una canción se entrelazaron, rozando su piel con crudos escalofríos.

"Quiero que te quedes".

Porque su mente se vació cuando lo vio agacharse hasta besar su mano, llenándolo todo en su lugar con un blanco puro que arrancaba el aire de sus pulmones y quería doblar sus rodillas. Por la calidez de aquellos labios, mágicamente armados contra ella; por el húmedo roce, por la caricia del aire que llegaba a su piel desde su interior, el aire que había sido su preciada vida un instante, que había llegado a su corazón y lo había hecho latir.

"Se mía".

Porque cualquier deseo formulado por su mente, cualquier orden proveniente de su alma, cualquier realidad formada con sus propias manos, porque cualquier parte de su existencia era pura. Porque todo cuanto lo rodeaba brillaba con el mismo color que su rostro. Porque jamás podría decir que no. Porque la más leal devoción la inundaba en su presencia.

"Sólo tienes que volver".

Porque quería llamarlo amor sus piernas flaquearon y sus rodillas tocaron el suelo que antes sus pies pisaban. Su rostro desapareció entre sus piernas, lágrimas de sangre rasgando su pálida tez, su frío cuerpo deshaciéndose ante sus pies, desapareciendo el crudo olor de la muerte que la cubría y teñía sus rincones de negra oscuridad. La falta de aire. El dolor en su pecho. La electricidad recorriendo su cuerpo, queriendo salir. Todo cuanto había sido desaparecía por él, renunciando al poder ganado, renunciando al sufrimiento causado, renunciando a la destrucción y devastación reinantes en cada fibra de su cuerpo.

"Sólo vuelve junto a mí".

Entre sus brazos, acurrucada a sus pies, renunciando a su efímera existencia, perdía de vista su sol. Entregándolo todo por una promesa con forma de orden - renegando de cuanto había adquirido, de cuanto había poseído y convertido en suyo -, perdía de vista su sol, quien se llevaba consigo toda la luz que hacía crecer las sombras a su alrededor.

"Constantine".

Y los susurros se perdieron junto a la brisa que arrancó el último oscuro aliento de sus labios.







Redactando desde su escurridizo rincón,
- Shinju J. J. (19/10/2010), yoroshiku onegai shimasu.

2 comentarios:

  1. Lo sé, pero aún así. Veo que soy pésima para eso. Al contrario que para leer que engullo todo lo que pillo.

    Aún así, muchas gracias :)

    Adoro tu entrada me ha gusta mucho

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  2. No escribas tanto petarda que te va a dar un derrame...jajaja.Ya veo que aprovechas mucho el tiempo.Ya me lo pasaras en papel...cuando vuelva.Metete en tu rincon y sigue escribiendo.Bye

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