En las sombras 1


En las sombras I.



1. Blanco o negro (1/4)


La noche se volvía espesa sobre los árboles del inmenso bosque alrededor del frío cuerpo de Dakota, que pisaba la húmeda hierba con la decisión perdida de quien lleva horas entre ramas, hojas y frutos. Se abría bruscamente camino entre los arbustos que arañaban la piel helada de sus piernas, recordando aquel interminable examen y la semana de viaje en avión, tren y autobús que la habían llevado a aquel rincón de Pennsylvania.

El lugar al que se dirigía estaba demasiado lejos del pueblo, era demasiado inalcanzable para un coche. Las formas de los árboles bajo la luz de aquella pálida Luna se volvían tétricas a ojos de cualquiera, y los ruidos propios del bosque nocturno le erizaban la piel de tal forma que parecía sentir cientos de agujas clavándose en su cuerpo. Por suerte o por desgracia, antes de alcanzar el límite de la desesperación, pudo ver las altas torres de piedra vieja que se erigían como columnas de densa oscuridad hacia el cielo.

No nació en sus ojos una brillante luz esperanzadora, no iluminó su rostro una alegre sonrisa, ni siquiera su corazón trató de latir una vez con más intensidad. No. Cuando tuvo frente a ella la mansión que la esperaba, todas sus preocupaciones se transformaron en una profunda indiferencia. No se parecía en nada a cómo se lo había imaginado - ni las torres, ni la cuidada fachada surcada de talladas figuras antropomorfas, ni los descuidados jardines salvajes -, pero en ese momento no le importó el aspecto del colegio, del mismo modo que carecía de importancia para ella quién la acompañaría durante los siguientes nueve meses de su vida, y ni tan siquiera lo que pudiera pasar a partir de entonces. Nada importaba.

Hacía ya dos meses que habían llamado a la puerta de la casa de acogida, aquellos desconocidos vestidos de traje negro, portando papeles y parafraseo legal, asegurándole que tenía la oportunidad de finalizar sus estudios en un prestigioso internado de la Costa Este. Sin embargo, del mismo modo que sería gratuito para su familia, no lo sería para ella. Aprobar el durísimo examen no fue fácil para ella, acostumbrada a relajarse en horas de clase, y las extrañas preguntas sin sentido que lo plagaban no hicieron más que revolver más las dudas en su cabeza.

Pero ahí estaba. Todo el dinero que poseía lo había perdido de autobús en autobús, de tren en tren, buscando la combinación perfecta para llegar lo antes posible a ese agujero helado. A diez kilómetros de Graceburg - un pequeño pueblo del norte de Pennsylvania - se encontraba el Colegio Van Helder, un lugar al que Dakota hubiese llamado simplemente versión tétrica de Notre Dame. Pero ya no podía volver atrás.

Daba las seis en punto el inmenso reloj de la fachada cuando Dakota alcanzó al fin la puerta de entrada. Desde el pie de la escalera parecía todavía más gigantesco, tanto que ejercía sobre ella un sombrío efecto de superioridad. Sin embargo, su propia inferioridad no se hizo realmente patente hasta que no golpeó la ornamentada puerta con su puño cerrado y ni ella misma pudo escuchar el sonido que debería haber llegado al otro lado.

- Tiene que ser una broma - murmuró, su voz astillada por el frío nocturno.

No había llegado hasta allí para esperar a que alguien le abriera la puerta por casualidad, así que ella misma la empujó, sorprendentemente teniendo que utilizar casi toda la fuerza que le quedaba. Estaba en buena forma y eso lo sabía, pues ella misma había moldeado su cuerpo competición tras competición, pero aquel portón de madera medía el doble que su cuerpo, y al empujarla había descubierto que tenía un grosor de unos quince centímetros, casi un palmo. No pudo evitar preguntarse qué clase de colegio necesitaría una entrada como ésa.

El interior no la deslumbró menos, pues la exquisitez de cada forma, de cada color y olor que hacían de aquella entrada lo más increíble que había visto nunca, parecían calculados para ello. El techo, abovedado, situado a más de diez metros del suelo, se dejaba atravesar por la tenue luz de la luna, reflejándose en los cientos de diminutos cristales que formaban la lámpara de araña que colgaba unos metros más abajo, sobre su cabeza, rodeada de ocho gruesas cadenas de oro, fuertemente ancladas en las lejanas paredes, tensas por el peso de la lámpara.

- Así que Van Helder, eh - Dakota se aclaró la garganta, todavía resentida por los kilómetros de paseo a través del bosque.

Las alfombras parecían llevar allí demasiados años, descoloridas, deshilachadas, demasiado usadas, recorriendo el suelo en todas direcciones - a su derecha, izquierda y hacia la increíble escalera de mármol que parecía pedirte que ascendieras hacia la oscuridad que se escondía tras la anaranjada luz de las velas que surcaban cada pared.

Estentóreas y maliciosas risas interrumpieron su propia y particular bienvenida al internado. Procedían de algún lugar a su izquierda. Su cuerpo reaccionó a ello, tensándose sus músculos, poniéndose en guardia sus sentidos. Dada su carencia informativa, no sabía quién podría aparecer y qué podría querer de ella.


En las sombras I. 1.Blanco o negro (1/4) - FIN -



Redactando desde su escurridizo rincón,
- Shinju J. J. (22/047/2010), yoroshiku onegai shimasu.

4 comentarios:

  1. me encanta! me tienes en ascuas! quiero la prox parte!!!!!

    Me gusta muchisimo en serio, sigue asi cn tus descripciones que me haces sentir como si yo fuera Dakota (hasta estoy cansada y muerta de frio x su caminata x el bosque)

    Espero con impaciencia!

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  2. perfecto, leeré tu historia cuando pueda, estoy deseosa, y mas tarde subiré algun relato mío. muchas gracias :)

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  3. Me gusta mucho, pinta muy bien y la seguiré :)

    Un beso, K.

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  4. Dakota? Oh Dios me encanta ese nombre! Siempre me gustado (De hecho si tuviera planeado tener una hija le pondría ese nombre. Lástima que no tenga pensado dejar descendencia..) Bueno que me enrrollo, que aparte del nombre, me gusta tu forma de escribir, es la primera vez que me paso por tu blog y te sigo sin dudarlo! Aunque me toca leer un montón.. ¬¬''

    Besos!

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