Todos los días llueve...


Hace frío. No lo entiendes. A pesar del calor tienes frío por dentro. Imposible mezcla, imposible solución. Frío y calor. Algo falla a tu alrededor, como si la aguja del reloj que hace moverse el mundo se hubiese roto y ya nada tuviera sentido. Como un río cuya agua ha dejado de fluir.

Tal vez por la mañana te sentías bien, fuerte, aunque no supieras como, a pesar del cansancio, de haber perdido más horas de sueño, a pesar de saber lo que se te vendría encima. Pero parecía que todo iría bien. El problema siempre será cuando, de repente, todo se vaya a la mierda sin avisarte. Como si se apagase la última vela de tu cabeza y todo quedara a oscuras. Todo negro, lentamente desapareciendo la luz y quedando en su lugar la más tétrica oscuridad, donde ya nada tiene significado.

Lo más doloroso de tal oscuridad no es la ausencia de luz, sino la imposibilidad de tus propios ojos finitos de descubrir la verdad entre ella. Sin embargo, mientras el tiempo transcurre sin detenerse, tu visión se irá acostumbrando y finalmente logrará encontrar las formas, los tonos, los colores. La luz volverá, tal vez desaparecerá de nuevo, pero cruelmente lo único que siempre permanecerá será la lluvia. Incesante, implacable.

Puedes sentir la lluvia, rozando tu cuerpo, arrastrándose por tu piel y dejando a su paso una huella. Puedes escucharla, su cercanía, su fuerza, su eco. El sonido que te demuestra que sigues con vida en un charco rodeado de tu propia vida, extendiéndose lejos de ti sobre la superficie del agua helada. Y entonces lo sabes. Al otro lado no llueve. No podías escucharla mientras perdías de vista tu vida, pues sin ella no existiría la vida, no se crearía ni destruiría tu propia vida. Porque puedes escucharla, el sonido de las gotas chocando contra tu piel, contra tu ropa, contra los cristales de tu ventana, las paredes de tu alma. Hace ruido, demasiado, y es imposible no reflejarse en ella.

Siempre llueve, mucho, hay lluvia en todas partes. Aunque no sea sobre tu cabeza, siempre habrá un lugar cercano o lejano donde se esté deslizando, perfilando el cuerpo de otro ser humano. Aunque no sea sobre tu cabeza podrás escucharla, porque hace ruido, mucho ruido, demasiado. Porque la lluvia siempre está ahí, y no existe nadie que al menos una vez no la haya sentido entre su cielo y su existencia.

Alguien me dijo un día: "no llueve eternamente". La falsedad de esta cita es proporcional al egoísmo de cada ser humano, pues el hecho de no mojarse, no quiere decir que no esté lloviendo.


En algún momento del 27 del 6 de 2007 me sentí amenazada por una lluvia que no me pertenecía...



Recuperando desde su turbio rincón,
- Shinju J. J. (18/07/2010), yoroshiku onegai shimasu.

2 comentarios:

  1. k pasada de entrada. Ahora soy yo la que ve esa lluvia x todas partes

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  2. Vaya...

    Parece mentira como muchas veces los momentos de bajón, los golpes que nos da la vida, nos inspiran instantes de reflexión tan agónicos como éste.

    El 2007 ya pasó hace mucho y sólo espero que la herida esté ya cerrada... Tanto la tuya como la de la otra persona que ha sufrido y te ha hecho sufrir aún sin desearlo. Si no cerrada de todo, al menos que se encuentre ya cicatrizada.

    Bonita entrada al blog. Sigue así!!

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