En las sombras 8


En las sombras I



2. Lili'uokalani (4/4)



- ¡Lluvia!

El mundo de Dakota pasó de ser horizontal a vertical en un instante, entre fuertes jadeos. Sudor frío descendía por su frente, por su cuello, recorría su espalda dejando a su paso un legado de escalofríos que no la ayudaban a entrar en calor. Porque hacía frío, recordó, como en cualquier rincón de ese inmenso colegio de piedra.

- Por éso odio la maldita lluvia - murmuró, su voz rasgada atravesando su garganta seca.

Su mano, temblorosa, apresaba con fuerza la tela de su camiseta a la altura de su pecho, esperando calmar una sensación de vacío que no conocía. El hombro le dolía como solamente una vez había llegado a dolerle; pero no había tocado el mar, y no se había golpeado contra las rocas.

Apartando los mechones de cabello que se pegaban a su rostro, confirmó que no se encontraba en los pasillos subterráneos, sino en una habitación que parecía parte de un hospital. Sentada sobre una camilla negra, una sábana blanca le cubría las piernas. A su derecha, muebles de puertas acristaladas con sendas cerraduras mostraban pequeños botes naranjas repletos de medicamentos y material quirúrgico.

De una papelera próxima asomaban vendas manchadas de una sangre que presumía suya.

- El día va mejorando.

Se deshizo de la sábana y dejó caer sus piernas por el borde de la camilla. Le dolían, casi como si hubiese estado horas corriendo, pero apenas conseguía recordar con claridad fragmentos de lo sucedido desde que había tocado aquella puerta. De la misma forma que lo había recordado a la perfección nada más incorporarse, el significado de los últimos acontecimientos iba perdiendo poco a poco el sentido, desordenándose, emborronándose, menguando. Al igual que los sueños se transformaban en difusos recuerdos nada más despertar.

El reloj de su muñeca marcaba las nueve menos cuarto - surcada la pulsera por informes líneas de sangre - cuando descendió de la camilla deslizando sus pies sobre la superficie de sus sandalias. El tacto del cuero la ayudó a sostenerse en pie, obligándola a recordar dónde se encontraba y para qué había ido a parar allí.

La sangre que cubría las vendas todavía conservaba el intenso color rojo de la sangre fresca, así que su enfermera no podía estar muy lejos. Ignorando el punzante dolor que azotó su espalda al erguirse, atravesó el cuarto sin prestar demasiada atención a lo que la rodeaba, hasta que alcanzó el pomo de la puerta. El solo roce de su piel sobre el frío metal llenó sus entrañas de una amarga sensación de náuseas. El sudor volvió a recorrer su rostro, apoyada su frente en la puerta, ardiente su cuerpo por la fiebre.

Las manos todavía le temblaban cuando las necesitó para sostenerse en pie, cuando, con un susurro, la luz se fue, relegando al cuarto a la penumbra de una noche acristalada.
Un susurro que escondía un melodioso verso que no llegó a descifrar. Un susurro que rozó su nuca y se arrastró por su espalda en una fría caricia.

- ¿Qué...? - aulló.

Sintiendo como la adrenalina peleaba por salir de su cuerpo, se volvió hacia aquella sensación, pero algo parecía intentar entrar en su lugar, algo helado que había golpeado su pecho un instante antes de volver la luz. La intensidad de las bombillas le astilló la visión durante segundos, impidiéndole ver con claridad, prohibiéndole descubrir si realmente había alguien en aquella habitación o simplemente su presunta fiebre la estaba haciendo alucinar.

Se sentía como si de pronto hubiese vuelto a despertarse de una pesadilla. Pero siempre había estado despierta, o al menos eso esperaba.

- ¡Vaya, vaya! - exclamó una voz, pero era real entonces, y estaba muy cerca -. Por fin te despiertas.

Pertenecía al profesor Blake, que asomaba su cabeza por la puerta entreabierta. Podía verlo desde su posición en el suelo, elevando su rostro cansado hacia la luz que se colaba entre su cuerpo y el marco, los pálidos reflejos anaranjados iluminando la morena piel del joven profesor.

- ¿Te encuentras bien? - verdadera preocupación sustituyendo el desdén de su voz.

- Creo que he tenido días mejores.

- Ya veo - rió él -. ¿Crees que puedes llegar al comedor?

- De sobra.

Poniéndose en pie recordó por la fuerza la herida de su hombro, demasiado tarde para fingir que no le dolía, pues el quedo gemido había llegado ya a oídos de su nuevo profesor. Chasqueó la lengua contra el paladar sin darse cuenta de que él la miraba con la comprensión que tan sólo un adulto podría expresar en una mirada.

- ¿Te ayudo?

La gentil mano de su profesor tomó la suya, y con ella recibió el último impulso que necesitaba para perder el equilibrio, al incorporarse por completo. Estaba acostumbrada a darse golpes, pero no a perder tanta sangre, y su cuerpo lo estaba sufriendo. Le costó varios segundos recuperar la compostura.

- SI no estás bien podemos dejar la presentación para mañana.

- No hace falta - aseguró Dakota, reuniendo toda la seguridad en sí misma que tuvo a su alcance.

- De acuerdo. Vayamos al comedor entonces. No está demasiado lejos.

Tal como le había asegurado su profesor, el trayecto no fue demasiado largo, sin embargo, aunque lo intentó, la joven no pudo recordar el camino que habían recorrido. El punzante dolor de su brazo le impidió concentrarse en ello, obligándola a vagar por los lugares de su propia mente atormentados por el recuerdo de cada lesión. Por éso, cuando llegaron a la puerta principal, no pudo sino preguntarse como había llegado hasta allí.

- Me gustaría hablar contigo después de cenar - dijo Blake, sosteniendo el pomo de la puerta entre sus dedos, pero sin mostrar la menor intención de abrirla antes de obtener una respuesta.

- ¿Por qué?

Dakota no pudo entender por qué sentía que debía ponerse a la defensiva.

- Necesito saber qué le ha sucedido a tu brazo - la seriedad en el tono de su voz inesperada.

- ¿Y si ni siquie...?

La puerta se abrió de pronto, interrumpiendo la salida de sus palabras, cortando de raíz sus dudas y sus quejas. Y, antes de que pudiese reaccionar, o despejar su mente, o tan siquiera descubrir quién había abierto esa puerta, las únicas palabras que no deseaba escuchar en ese desierto de árboles y niebla, llegaron a sus oídos.

- Bien, escuchadme, chicos - anunciaba el profesor Blake, elevando la voz sobre el murmullo que inundaba el comedor -. Ella es la última alumna que estábamos esperando. Su nombre es...

Pudo verle sacar un papel del bolsillo trasero de sus pantalones justo antes de...

"No lo hagas", suplicó la joven a su mente.

- Dakota... Lili'uokalani Hayden.

"Mierda".


En las sombras I. 2.Lili'uokalani (4/4) - FIN -



Redactando desde su menguante rincón,
- Shinju J. J. (01/09/2010), yoroshiku onegai shimasu.

1 comentario:

  1. Ahora sí que me quedé con más dudas incluso que antes, que ya de por sí en mi mente había muchos cabos sueltos...
    Imagino que con el avance de la historia se irán resolviendo...

    Una cosa que sí no entendí, ¿porqué no quería que el profesor dijera su nombre delante de toda la clase? Creo que me olvide de algún dato importante...

    Releeré el relato desde el principio en cuanto pueda..

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