Memorias del silencio

(Continuación de "Leyes de caza")

Memorias del silencio
- Jahna


Arañaba la superficie, mas nunca eran fuertes las garras para rasgar en profundidad, para deshacer las barreras, para destruir las almenas y hacer caer las guardas. Recuerdos de esa vieja guerra surcaban el interior de su celda, de su pequeña caja de frágiles barrotes ya nunca cerrada. La bestia había vencido años atrás, había clamado suyo un lugar muy cercano al mío y se había hecho más fuerte a mi paso. Se había establecido un equilibrio. Sin embargo, Leyes de caza constituía un llamamiento a la quiebra de dicho pacto, a la pérdida del control. Junto a la vida, eliminaba el principio y también el final de todas las cosas tocadas por su sadismo, las hacía estallar y desaparecer.

Thobias Rifkin sentiría temblar todos los huesos bajo su mano antes de verlos crujir.

Pero los mercenarios de ese viejo eran fieles a su silencio; su carencia de información los hacía más fuertes, más rápidos y también más prescindibles. Eran bajas, ríos de sangre recorriendo mis manos, brillante vida abandonando sus cuerpos y regenerando la mía, pero simples bajas a ojos del perro judío que los dirigía. Fichas en el inmenso tablero que era nuestra ciudad infecta.

Y, mientras, seguía a la misma distancia de Andi, a la misma de mi memoria perdida, a la misma de las respuestas y de las verdaderas preguntas.

No había dado ni un paso hacia adelante entre esa guerra. Callejones sin salida, puertas cerradas, muros más altos que los edificios que protegían; mentiras, medias verdades y laberintos de falsas coartadas cruzadas en el infinito caos en el que todas convergían.

"Déjame aclararme un segundo", balbuceó Schölermann haciendo leves aspavientos ante mi rostro. Él sabía cuánto me molestaba, pero la cafeína en su sangre le impedía recordarlo. "¿Rifkin ha tomado partido?".

"Lo he dicho".

"El de Sonya".

"Éso he dicho".

"Explícame entonces por qué te parece tan raro. No deja de ser su hija, es normal que...".

"Mish", le interrumpí. La lata que sostenía entre sus dedos estaba ya vacía, su atención había aumentado durante los últimos minutos, pero no podía remediar su naturaleza mestiza. "Rifkin ejecutó a su madre en la plaza negra, el día de Luto. Ni siquiera cuatro años son suficientes para el doctor T cuando se trata de olvidar y perdonar. Cuando abandonó el cuerpo dejó claro su mensaje: no hay línea de sangre. En este mundo, además de constituir una declaración de guerra, éso es un cese de relaciones. Pero parece que el viejo se está volviendo blando con el tiempo".

"¿Leyes de caza te parece blando?". Podía leerse la sorna en su expresión, en la escurridiza risa que acompañaba a sus palabras, al amargo deslizar de sus labios en su diminuta sonrisa, y ello me daba escalofríos. Conocía a mi gente, cuidadosamente escogida, domada y enjaulada en su parcial libertad colectiva; conocía sus gestos, sus costumbres, sus manías e incluso sus inconscientes reacciones; pero cada ínfimo cambio podía estremecerme.

Sin embargo sus miedos no se alejaban de la realidad. Tan sólo esa tarde habían caído más de una veintena de soldados, había practicado más de una veintena de muertes con sus cuerpos, había jugado con ellos, los había perseguido y atormentado, para dejarlos cuiadosamente enmarcados con su misma sangre. El cuadro que quería regalar a Thobias Rifkin deseaba su propia sangre, la de su hija y la suya misma, pero conocía el camino y todas sus barreras. Los muros tras los que deliberadamente se sitiaba el doctor T eran más altos que las torres que el demonio de Kyuushuu me había obligado a erigir a mí alrededor; podía atravesarlos, pero necesitaría más trucos que armas.

Schölermann lo sabía, conocía ya bien los miedos y los riesgos, pero su inseguridad necesitaba recordarlo.

"Sólo han caído peones", afirmé y recordar sus muertes consiguió alargar mis labios hacia una imperceptible curva. "No se lo está tomando en serio y...".

"¿Y qué?", sus ojos se abrían, sus cejas se arqueaban y su sonrisa se ensanchaba en su limitada curiosidad. No podía ver su rostro, pero el inquieto tono de su voz describía a la perfección el infantil deseo dibujado en sus facciones.

Misha llevaba siendo mi red tres años, rescatado de las fauces de su bestia particular, de su verdugo. Las informes cicatrices que cubrían la mitad de su rostro y que parecían arrastrar la visión de su ojo derecho hacia una caída infinita, le recordaban cada mañana el motivo que lo anclaba a esa silla. Se obligaba a ser útil por una causa que mis manos habían hecho creer suya, pero que cada día se alejaba más de su venganza personal. Algún día obtendría su ansiada redención; cuando su vida se escapara de entre mis dedos.

Mi teléfono móvil sonó y supe que una mueca de impaciencia se había hecho con su rostro. El número que aparecía en la pantalla no estaba registrado y no esperaba ninguna llamada.

Tan sólo descolgué.

"Deja de jugar al gato y al ratón con Rifkin, Jahna", amenazó la distorsionada voz de mi interlocutor.

"¿Acaso quieres unirte?", asentía con la cabeza a Schölermann, que tecleaba en su ordenador más cercano, tratando de rastrear la llamada. Pero no haría falta.

"Esto no es un juego, Jahna", gruñó. A mí mente llegaron sus afilados dientes, mostrando una ferocidad propia de un animal, para nada acorde con su vieja personalidad.

"Sigues repitiendo mi nombre como un idiota", reí. Podía sentir su miedo incluso a través de la línea, pero conocía su insolencia y no pediría ayuda. No sólo había crecido, sino también madurado durante estos años, al tiempo que se alejaba del vientre que lo había visto nacer, al mismo paso que el mío, pero en otra dirección.

"No me jodas, Jahna", su voz seguía temblando. La ira dominaba su cuerpo entonces, y ello lo hacía frágil bajo la mano de nuestros mutuos enemigos.

"Andi sigue vivo. Date prisa y encuéntrale antes de que yo lo haga. Porque si apareces cuando tenga mis manos sobre él, no volverás a verle. Si tu camino se cruza con el mío antes, no busques esa estúpida salida de emergencia, porque nunca van a ser tus pies tan rápidos como los míos. Pero seguiré esperándote hasta que vuelvas al lugar al que perteneces. Detrás de mi cañón, Kellen, no frente a él".

La comunicación se cortó tras unos segundos de tenso silencio. Mish se volvió hacia mí negando con la cabeza, mientras la confusión se hacía un pequeño lugar en mi mirada. No tenía su posición en el mapa, pero sí en la trama.

"¿Kellen? ¿Estaba...? ¿En... en serio?", balbuceó, y trató de interrogarme su punzante curiosidad, pero mi paciencia estaba llegando al primero de sus límites.

Me puse en pie para caminar con cautela hacia la nevera. La maraña de cables que surcaban el suelo hacía difícil cualquier movimiento. Agradecí la botella de whisky que siempre guardaba y que él nunca tocaba.

"Como decía, el viejo intenta distraerme. Rifkin tiene a Andi en algún sitio, tiene sus ojos sobre él; el viejo lo quiere y si...".

"¿Y si qué? Deja ya de hacer eso, Jahna". Consciente de que no lograría desenterrar la información
que llevaba meses buscando sonsacarme sobre mi viejo compañero, volvió a concentrarse en nuestra anterior conversación. Caía con facilidad en la red del misterio que agotaba las fuerzas de nuestra oscuridad, pero siempre conseguía salir ileso.

"Creo que no tardará en aparecer la quinta torre".

"¿El...?", sus labios temblaron transformando su sonrisa lentamente en una delgada mueca de cautela.

"Sí, él. Hay algo en el cuarto de Andi que huele a su mundo".

"Al tuyo".

"Al mío".

Bebí de un trago el fondo del vaso que acababa de servirme.

Su sonrisa desapareció por completo mientras observaba con detenimiento como era rellenado el mismo vaso. Los mestizos siempre trataban de domar sus recuerdos, pero siempre regresaban; querían hacerlos desaparecer, pero jamás olvidaban; y ello los hacía tan fuertes como a nuestra oscuridad la sangre.

"¿Dónde estamos entonces?".

"En un punto casi ciego. Eliza está muerta, y sabía dónde encontrar a Rifkin. En mis recuerdos borrados tiene que esconderse esa respuesta. Kellen no estaba en el puente esta mañana, estaba asustado, pero irá a por Andi esté dónde esté. Leyes de caza es divertido, Mish, pero no voy a entretener al viejo hasta que Él aparezca y lo contamine todo. Es difícil de limpiar después. Los japoneses y los chilenos están fuera, los armenios tienen algo que el doctor quiere y que su hija no tiene, y los putos rusos todavía no encajan con Andi. Sé que Ilya me jodió, y sé que Kellen me jodió y que el viejo T me jodió también, pero ninguno de ellos se metió en mi casa y se lo llevó. Así que alguien está jugando al ajedrez de las sombras con nosotros, desde muy alto, y puede verlo todo. Y conozco pocas personas en esta ciudad que puedan llegar tan arriba sin mancharse las manos y dejar sus huellas".

"¿Piensas en...?".

"No pienso, Mijaíl, porque en la oscuridad solamente tengo mis ojos y cerrados no me sirven para nada".



Continuará...




Redactando desde su inspirado rincón,
- Shinju J. J. (13/12/2010), yoroshiku onegai shimasu.

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