La perdida huella de un pie descalzo



La perdida huella de un pie descalzo
- Kellen




El primer grito llegó a mis oídos cuando tenía las manos alrededor de su cuello, venas latiendo débilmente bajo la piel, luchando por ser la fuerza que necesitaba aquel corazón para seguir latiendo. Una fuerte vida hundiendo profundamente otra, enterrándola ante los ojos de un extraño espectador, desgarrando mi presente existencia exultante. Un grito que quería ser un tornado.

Era una voz melodiosamente acusatoria, rasgada por el superficial miedo humano a la muerte, sacudida por el pánico de la impotencia, de la lucha interna entre el bien y el mal, entre lo conveniente y lo preferente. Era la dulce voz de mi externa debilidad descargando angustiosas palabras llamadas balas por error, dirigidas al blanco equivocado, aunque el acelerante perfecto.

El segundo grito se abalanzó sobre mí armado. Dos brazos rodeando mi pecho, intentando ser un salvavidas, sin querer ser una asesina presa. Su abrazo, cálido alrededor de mi frío cuerpo fue suficiente para aclamar las dudas, pero no lo bastante fuerte para mermar el brutal instinto que había traído conmigo de entre las sombras. Sólo ella lo sabía y nunca volvería a estar tan lejos como cerca estaba él entonces.

"¡Kellen, basta!", arañó su voz, hundiendo sus finos dedos en mi piel, refrescando la acorazada superficie de mi mente que sin deseos dejaba escapar una vida humana ante mis ojos, los otros pálidos, perdidos; los otros de un acristalado brillo cálido y húmedo que recorría mi nuca como una mortal caricia. Y lloraban danzantes sus ruegos deslizándose por la sensibilidad de los rincones estremecidos de mi alma. "Te lo suplico".

La fuerza era entonces de un sólo sentido y la presa de mis manos se aflojó hasta desaparecer, llevándose con ella la adrenalina y el valor, el instinto y la depravación; llenándose el hueco en su lugar con el mismo miedo que hacía temblar las suaves manos que se anclaban a la desnudez de mi piel, entre sollozos que rasgaban mi espalda en contacto con su pecho.

"Andi", suplicaron mis labios, mas incierta era la dirección que debían tomar.

Mis manos se arrastraron hasta tomar sus muñecas, topándose con el estallido de pánico, con la nueva oleada de sentencias, chocando contra la fuerza que necesitaba alejarme, contra su repulsión, el odio que había hecho nacer. Mi espalda golpeó la pared deseando haberla encontrado más cerca.

"¡No, Kellen!", gruñía ese odio, y era a mí a quien llamaba. "Le has matado".

"No tuve elección", rogué, tan inconsciente como débilmente.

"No. Sí la tuviste. Siempre la hay", sentenció su agridulce voz. Luchaba, su deseo por mantenerse firme tambaleándose junto a su perdida fe en mí. Eran sus ojos entonces la fiel prueba de que no me miraba a mí, sino al monstruo que sin piedad había poseído mi cuerpo y me había obligado a matar.

Mis labios rieron formando la triste sonrisa de mi autocompasión. "¿Qué crees que sabes de ésto, Andi?", acusé, dejándome llenar de nuevo por ese frío latido que enviaba las agujas a todos los rincones de mi cuerpo. "¿Qué crees que sabes acerca de esas elecciones cuando otros las toman siempre por ti?".

"¿Qué estás diciendo?". El paso que su cuerpo dio hacia atrás no pudo llevarle más lejos de mí. Las paredes ya no podrían alejarlo de mí.

"Andi", mi aliento rozándole igual que mi piel; mis dedos tomando los suyos, paralizándole, tal vez debido al miedo, tal vez a la todavía existente fe que guardaba hacia mí. "Andi, lo siento mucho". Mi deseo podía alcanzarle a través de cada sentido, aunque más violentamente desde el tacto de mis delicadas caricias en sus húmedas mejillas. "Siento las mentiras, las coartadas, todo el tiempo perdido...", su corazón acelerándose con el mío, abriendo la pequeña brecha hacia esa vulnerabilidad que mi vida ansiaba proteger. "Siento no ser lo bastante fuerte".

"Eso es una tontería", vibró su voz.

"No lo es", mis dedos apresaron su temblorosa mano contra la pared, los suyos abriendo ese camino que sabía que no volvería a recorrer al estrecharse en torno a la mía.

"Tú eres fuerte, Kellen", sus labios moviéndose alrededor de mi nombre tan cerca que hacían insoportable respirar. "Tú y Jahna sois...".

"No", negaba mi rostro al mismo tiempo que mi mirada trataba de perforar la suya en busca de la única señal necesaria. "Jahna no está aquí... No..., no la traigas".

"Kellen...".

El instante siguiente no pude recordar en que momento había empezado, del mismo modo que llega la repentina consciencia del sueño que duermes y al que no recuerdas haber llegado. Cuando mi corazón se detuvo para almacenar a cámara lenta cada segundo de sensaciones en el rincón más cerrado de mi memoria. Cuando los delicados labios, tan suaves como mi imaginación siempre había creado, me permitieron alcanzar ese elevado lugar en su estantería, estirándome hasta rozarle con las yemas de mis dedos, todo había terminado.

Sus lágrimas se despidieron alargando su mano hasta que no pudo retenerme, regalándome el lugar que más ansiaba; acompañando al lejano sonido de las sirenas y a las luces de colores el delgado y frágil reflejo de mi sonrisa en sus ojos, para siempre guardado en mi retina.


"You mustn't be afraid to dream a little bigger, darling".
Eames, The Forger (Inception).



Redactando y reclutando desde su sintomático rincón,
- Shinju J. J. (27/09/2010), yoroshiku onegai shimasu.

1 comentario:

  1. Hola! acabo de ver tu blog afilado en la pagina de otro y he venido a verlo ^^
    Veo que te gusta mucho escribir, he creado una pagina para subir historias y que la gente las vea

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