Garras afiladas tiene hambre


Garras afiladas tiene hambre

- Jansen


Como un agrietado cristal, débil, frágil y en suspenso; así resultaba una vida humana en sus manos, al alcance de un pequeño roce para ser destruido en miles de diminutos fragmentos. Revolviendo insulsas existencias, transgrediendo leyes de naturaleza estable, transformando realidades en líquidos estados convulsos, arañando finas superficies y profundizando en vitales redes. Así amanecía la creciente rabia en sus ojos oscuros. Así, el demonio de Kyuushuu tiraba de mi devoción y me arrastraba al mismo infierno donde él había nacido. Al otro lado del espejo.

La presión se volvía insoportable cada mañana. Temblaba mi cuerpo incluso tras diez minutos de agua caliente, se retorcían mis entrañas incluso tras ser llenado mi estómago, ardían los fríos pensamientos incluso tras cinco horas de mundanas sentencias. Como una bestia enjaulada, mis recuerdos rugían en algún lugar interior fuera de mi alcance, rasgando los barrotes, tratando de escapar de la infernal presa que los contenía.

Él me había hablado de ello, del doloroso aterrizaje en la realidad. Con la piel sucia, la garganta seca, los ojos vidriosos y el corazón en descenso. Así debía sentirse la bestia al abrir sus puertas a la vacía realidad. Pero fingir era lo realmente difícil.

Como el reloj al que han roto las agujas y sigue moviéndose, en la misma dirección, pero en una dimensión distinta. Su superficial existencia, invisible, mas su mecanismo irrompible.

"¿Lo has pensado ya, Jansen?". El regreso a la ficticia actuación siempre era como una bofetada; ni fría, ni cálida, pero siempre fuerte.

"No", fingí mi mejor sonrisa. Las chicas me miraban expectantes y debía contenerme; aunque los chicos me lanzasen furtivas miradas cargadas de falsa indiferencia debía esforzarme. "No creo que vaya".

"Tienes que estar de broma". Marian siempre insistía, y su chirriante voz siempre me asfixiaba. Era tal su natural egocentrismo que ni siquiera podía darse cuenta de cuándo alguien desaparecía ante sus ojos. Ella gritaba hablando mientras todos escuchaban. "Tal vez sea el acontecimiento del siglo y tú...", sin embargo, incluso sus quinceañeros decibelios podían verse interrumpidos por el agudo timbre de un teléfono móvil. Era el mío, el izquierdo.

"Ahora vuelvo", dije, y me excusé con una delgada sonrisa y un imperceptible suspiro. El mensaje de texto me envió a la azotea del edificio principal del instituto. Ningún alumno tenía permitido el acceso, pero la cerradura no representaba problema alguno para casi nadie.

Parecía que pronto llovería.

"Llegas tarde", murmuró una voz a mi espalda, un segundo después de atravesar la puerta. Me volví a sabiendas de a quien encontraría esperando. Llegaba tarde, sin lugar a dudas, pero ni siquiera mis dos minutos de retraso merecían el desdén pincelado en sus labios, ni el oscuro brillo de sus ojos oceánicos.

"Relativamente", respondí, y avancé lentamente.

"Has dicho que no a todos los tíos", siguió, el reproche patente en su voz.

"No necesito rituales de aceptación en este agujero", sentencié yo, hundiendo mi rostro en la lisa piel de su cuello. Olía a cítricos; sabía a cítricos, al igual que mi desayuno, al igual que la penúltima cena de El Rojo, pero era mucho más suave que ambos. Las adolescentes curvas de su mandíbula bailaban como un reclamo a ojos de cualquiera que posara su interés en él. Sin embargo, los suyos siempre se dirigían en la dirección equivocada. El sonido de la cremallera lo obligó a tensarse.

"Vuélvete", ordenó y mi interior siempre obedecía.

Los fluidos movimientos formaban parte de una obra representada a diario en su mente, reprensentada a diario en la mía. Siempre en silencio y sin pensar, siempre dejándose llevar. Y esa pequeña chispa que traían sus delicados dientes alejaba los vagos recuerdos, los distorsionaba hacia el blanco creciente, llevándose los colores. Y esa pequeña chispa que encendía sus instintos apagaba los sonidos que no rasgaban su garganta, empujándolos hacia ese cómodo silencio, llevándose los lamentos. Y era el éxtasis quien más sufría por mantener esa conexión.

"¿Y si quiero que vayas?", murmuró su voz cansada junto a mi nuca, desesperadamente acercando sus dedos a la solidez de una respuesta sincera. Por suerte no tuve que responder entonces, pues mi bolsillo derecho estaba sonando. Era ese pitido característico. Era esa llamada desde el otro lado del espejo. "No lo cojas", rogó su voz aún jadeante. Entonces no pude obedecer.

"¿Mamá?", pregunté, y la ficción se volvía cada vez más sencilla. "Estoy en clase", añadí.

"En el almacén 17 del puerto oeste, a las once", ordenó su gélida voz. El acento que lo había caracterizado a su llegada desaparecía cada día más deprisa. "Que no te sigan".

"Lo entiendo", suspiré, dando cierta credibilidad a mi actuación; pero enseguida tuve que reprimir un repentino gemido. Era Ellery, invadiendo con violenta profundidad mi interior de nuevo, quien empujaba al frustrante deseo a través de mis cuerdas vocales. "No tardaré", conseguí decir, mi tono de voz tan impersonal como me fue posible. Y corté la llamada antes de llenar mi pequeña caja sin ventanas de agua helada. Destrozaría a ese imbécil, pero la haría más tarde, cuando pudiese caminar.

La anterior había sido una de esas noches. Eliza inventaba mentiras sobre ellas y Kellen se las creía, mientras yo esperaba siempre impaciente escuchar la señal. Era fundamental estar preparado para entrar. La señal era un disparo y la pasada noche habían sonado cinco. Eliza había contado siete y Kellen tres, pero habían sido cinco. Le quedaba una bala al colt cuando lo recogí del suelo al entrar.

La noche anterior el demonio de Kuuyshuu había sido abatido y cientos de teléfonos habían sonado por toda la ciudad. Los frágiles labios de Eliza lo habían jurado y la vacilante determinación de Kellen había sido también arrastrada. Cinco disparos le habían atravesado el pecho en una habitación que ya estaba vacía cuando las puertas se habían abierto. Kazuya, el demonio de Kyuushuu, tampoco estaba. La broma había salido cara a los de Rifkin desde el día anterior, y seguiría aumentando su coste mientras estuviese en mis manos.

"Andi dijo que te lo pediría el último día", continuó Ellery, abandonando la presión de mi piel, sumándose a la presión de mi sien. Andi, la luz, la realidad de nuestra presente oscuridad; oro hecho carne, sangre y huesos. Él pensaba que sí, pero la inclusión de Andi en ese estúpido ritual escolar no cambiaría mi punto de vista. La inocente ignorancia de aquellos que vivían siempre al margen me resultaba en ocasiones repulsiva, y esa repulsión expandía las entrañas de la bestia, que pedía paso.

"Escucha, Adler. Podemos continuar con esto hasta la graduación, pero no voy a ir al maldito baile, ni contigo, ni con Andi, ni tan siquiera sola". Su rostro reflejaba la misma inexpresividad con que había cautivado mi atención el primer día. Parecía peligroso; su mirada sin matices, insonora, intangible, lo hacía peligroso. No saber qué pensaba, no saber qué deseaba, no saber qué planeaba. Más allá de la azotea no existía tal conexión entre su cuerpo y el mío, pero no necesitaba crearla.

"Por delante", demandó, "quiero hacerlo por delante". Su mirada seguía siendo transparente y ello hacía palpitar con cierta intensidad mi cansado corazón. Pero yo me reí.

"No. Hoy no".

Sus pensamientos se tornaron en física violencia tras un instante de eterna incertidumbre. Sus ojos parecían brillar entonces, con su brazo sosteniendo mi cuerpo con fuerza contra la pared, con sus caderas presionando las mías, débiles. Su otro puño se aferraba a mi ropa húmeda y arrugada. Sus tensas facciones fortalecían la cuadratura de su mandíbula, haciendo rechinar sus dientes, haciendo crujir la frágil articulación de ésta. El sonido de mi teléfono móvil, del derecho, hizo hervir su mirada de lobo; sin embargo, no quise frenar su voraz impulso y contesté.

"¿Mamá?". Mis ojos no se separaban de los suyos, en guardia.

"Está pasando algo raro. ¡Los rusos dicen que Kazuya sigue vivo!". Era la voz de Kellen, su temblorosa voz de príncipe vibrando a través de la línea.

"¿En serio?", y la condescendencia se convirtió en palabras a través de mis cuerdas vocales.

"¿Sabes algo?".

"Todo lo que sé".

Hubo un pequeño silencio, tan pequeño como interminable al verme envuelta en aquella tensa situación. Kellen no era muy espabilado y no representaba ningún problema, aunque tampoco una ayuda.

"Los Padres se reunirán esta noche. En el puerto, creo".

"Entonces nos quedaremos en casa".

"¿De veras?".

"Asegúrate de que Eli se queda también. Intentaré no llegar tarde", sentencié, y colgué sin esperar una despedida. La conversación no había sido comprometedora desde mi posición, aunque Kellen había dicho ciertas cosas por las que podrían cortarle la lengua. Quien había decidido que la familia debía continuar con los negocios de la familia se había equivocado, demasiadas veces.

"Tu madre te llama mucho", gruñó la grave voz de Ellery. Había permanecido a la espera, inmóvil y en silencio durante toda la conversación; pero su frustración ya había superado las defensas morales y quería atravesarme el pecho con el puño. Mis garras querían ser también desenvainadas. La noche anterior había perseguido a El Rojo por media ciudad, había dejado mi huella en su espalda, pero se había escurrido entre mis dedos como líquida cobardía. Estaba hambrienta y el sexo ya no podría compensarlo.

"No elegiste bien", siseé, estirando el cuello
en busca de ese chasquido de libertad. Él me miraba con atención, su rostro entonces una máscara que trataba de unir las piezas que se le escapaban. No escondía el miedo, pero pronto lo dejaría salir.



Continuará...



Redactando desde su gélido rincón,
- Shinju J. J. (28/10/2010), yoroshiku onegai shimasu.

6 comentarios:

  1. tia eres wena yo tmbn tngo algo parecido en marcha podriamos juntarlo

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  2. mmmm interesante, pero hay cosas q no les acabo d coger el sentido....a ver si las apunto y las discutimos con mas calma jejej

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  3. Ostras! Esto era lo único que le faltaba al argumento! xD De esta parte no tengo demasiado que decir creo... cuando vaya entendiendo mas cosas tal vez vuelva... xD

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  4. Aunque no sé a qué concretamente te refieres con "lo único que le faltaba al argumento" (xD), no tengo nada que decir tampoco. Soy consciente de su retorcida rareza, demasiado. jajaja

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  5. Jajajaja! Pues si no lo sabes, reflexionas xD
    Estoy buscando el marcapaginas... no me acuerdo bien donde lo dejé... xDD

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  6. Me lo podía imaginar. xDDD Y que conste, que algunos lectores privilegiados, si preguntasen, tal vez obtendrían alguna respuesta. Tal vez. xD

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