Si tú eres una pistola, entonces yo soy una bala*


Si tú eres una pistola, entonces yo soy una bala*


¿Por qué decir que lo siento
si desaparecerás de mis ojos
antes de llegar a creerlo?




Faye se había acostumbrado al silencio. Los meses parecían haberse transformado en décadas tras la última desaparición, desde que había quedado vacío ese cuarto. El hielo derretido del último whisky seguía sobre la mesilla, las colillas en el cenicero y los trozos de cerámica rotos sobre la alfombra, junto a las tres diminutas gotas de sangre. Su olor también seguía allí, atrapado tras las ventanas cerradas que ansiaban retenerlo en el interior. Se miraba las manos sentada en un extremo de la pequeña cama desecha y acompañando a la curva de su desnuda espalda se deleitaban sus negras firmas. Las cicatrices que las cuerdas habían dejado en las palmas de sus manos parecían viejas ya, casi recuerdos, casi memorias. Cerró los puños con fuerza.

- Eres una bala, eh - murmuró, y tragó saliva, al instante cubriendo su avergonzado rostro con sus manos, escondiendo algo que ni siquiera ella misma quería descubrir. Le escocían los ojos, pero los mantenía cerrados, haciendo rechinar sus dientes, crujir su mandíbula, tratando de hacer desaparecer el calor en su garganta, el peso en sus pulmones, la presión de su vientre. Faye no quería llorar, como no había querido hacerlo entonces. Tal derecho le había sido vetado; por no ser lo suficientemente fuerte, había dicho él; por no ser lo suficientemente humana. Frotó con brusquedad sus ojos, nublando su visión, secándola. Pálidos destellos nocturnos se colaban a través de la persiana, creando finas franjas de luz lunar. En silencio desaparecían cuando las nubes la escondían, y en silencio volvían.

Las sirenas traían tonos rojos y azules que cubrían una luz y un silencio que jamás volvían en su mismo estado. El mundo cambiaba, dejándola atrás, a un lado de un camino que no volvería a ser andado.

- Una bala - susurró su voz, y su cuerpo se deshizo en un lento movimiento que llevó su espalda hasta las sábanas, envolviéndola en un aroma un día embriagador. Su respiración se agrietó cuando alcanzó sus pulmones, llenándolos del vago recuerdo de una única caricia. El escalofrío llegó desde su rodilla hasta su pecho. Sabía que en sus pesadillas éso la retorcería, mas cerró los ojos, pues no le importaba despertar entre sudores fríos, con el temor recorriéndole la espalda, haciendo temblar su piel y estremecerse a su alma; pues el único lugar donde podían alcanzar sus manos el anhelado pecho de su vieja presa era en su frágil subconsciente. En sus sueños sentir no estaba prohibido, desear era más que un espejismo. Allí podía ser fuerte en su debilidad y frágil en la fuerza de otros. Tras sus ojos cerrados el silencio podía ser sustituido y su corazón sanado. Descendía, y mientras se dejaba llevar escuchó un leve chasquido, metal siendo arrastrado y de nuevo otro chasquido; y su corazón se detuvo al tiempo que su quebrada voz abandonaba la vida que le quedaba, desapareciendo la luz tras la sombra que la aletargaba.

- Si nunca te hubiera conocido, jamás habría tenido que dispararte tan lejos de aquí.




"If you are a gun, then I'm a bullet.
A bullet is just a lump of lead, but once the hammer hits it, that lump of lead gains the power to blow anything away.
If we had never met, then I would have spent my entire life as just a lump of lead.
But, we did.

The gunpowder was always waiting to explode, and the only thing that can ignite that gunpowder is a gun". *








(* El baile de la muerte, pt.11, Black Lagoon. Propiedad de Hiroe Rei)


Redactando y reclutando desde su inflamable rincón,
- Shinju J. J. (15/12/2010), yoroshiku onegai shimasu.

1 comentario:

  1. ¡Sorprendente! Tu texto me ha recordado al opening de Black Lagoon, Red Fraction. Está clarísimo que tu estilo es mucho más de descripción a nivel emocional más que situacional, por eso está el toque realista y cercano al personaje porque se le puede conocer desde dentro hacia fuera.

    =) ¡Un saludo!

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