Siento la calidez de su piel en mis manos, su sed de vida colándose entre mis dedos, siendo el aliento que necesito para soltar el alma, abrir la escotilla y dejar todo escapar. Sus deseos se confunden con los que una vez fueron míos y el camino desaparece sin haber mirado hacia atrás. Escondo mi fuerza y dejo que sus brazos sean lo único que me sostiene de este lado. Odio con rostro tintando de la desesperación que ya no quiero. El frío miente cuando nada quiere apagarse. El reloj ya no escucha y borra las sonrisas perfiladas de tristeza que sus palabras en susurros no quieren despertar. La oscuridad decide cuando termina.
Mugen
Sound of silence
Siento la calidez de su piel en mis manos, su sed de vida colándose entre mis dedos, siendo el aliento que necesito para soltar el alma, abrir la escotilla y dejar todo escapar. Sus deseos se confunden con los que una vez fueron míos y el camino desaparece sin haber mirado hacia atrás. Escondo mi fuerza y dejo que sus brazos sean lo único que me sostiene de este lado. Odio con rostro tintando de la desesperación que ya no quiero. El frío miente cuando nada quiere apagarse. El reloj ya no escucha y borra las sonrisas perfiladas de tristeza que sus palabras en susurros no quieren despertar. La oscuridad decide cuando termina.
Ojos grises
Junto al temblor de su piel llegó el viento húmedo que se colaba entre las grietas del postigo de madera. El frío suelo arrancaba a su cuerpo leves latidos, apagando lentamente su respiración, adueñándose de la débil consciencia que todavía no se habían llevado. Su sangre se mezclaba con los restos de paja que cubrían la celda, tapaban sus heridas y las teñían del color sucio de la tierra.
Apenas recordaba el crimen que la había llevado hasta allí, pero jamás podría olvidar el color gris de los últimos ojos que la habían mirado con piedad en ese cruel mundo en el que le había tocado vivir. Ese gris rodeado de mechones oscuros, la dureza de sus pómulos y la diminuta sonrisa que había tenido que imaginar en sus labios.
El aroma del océano llegaba a ella desde algún lugar. Tal vez desde su memoria.
El joven que había azotado sus pesadillas desde su primer día de condena seguía tan lejos de su alcance como su libertad. Desde que había caído en ese agujero de juguetes rotos las torturas habían intentado arrancárselo, llevarse su nombre, pero quedaría para siempre grabado en su piel del mismo modo que el hierro candente la marcaba cada mañana.
Ithan había intentado salvarla tras cruzar aquella puerta y no podía evitar preguntarse dónde se encontraría ahora su alma libre.
(Eso, que feliz cumpleaños, agente M. Ya sé que no es lo que se dice un regalo, pero, oye, es mi sutil forma de obligarte a escribir sobre Ithan sin que te des cuenta. Un truco de la Agencia, you know. xD)
We shouldn't be here
No recordaba haber perdido la noción del tiempo, sin embargo, con la vista fija en el techo de oscuridad que lo rodeaba, tenía que fingir entender unos pensamientos que luchaban contra su parco deseo de libertad, atormentando su consciencia entre sus hirientes y pesadas sábanas, dejándose vencer, sintiendo el filo cada vez más profundo y las frías gotas de su dolor cada vez más lejos de su alcance.